Racismo y Black Lives Matter: Reflexiones de Cosmovisión

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Me encontraba en una oscura mazmorra, con el corazón roto, sobre excrementos secos con siglos de edad. Estaba visitando el Castillo de la Costa del Cabo, en Ghana, un punto de transbordo para los prisioneros africanos del tráfico de esclavos en el Atlántico británico. En cada mazmorra apiñaban a centenares de esclavos de tal manera que estos seres humanos desesperados solo podían estar de pie, día y noche, durante semanas enteras.

En el patio de encima, nuestro guía señaló un pintoresco edificio blanqueado de dos plantas (en el extremo izquierdo de la imagen) y dijo: “Aquí es donde los cristianos se reunían los domingos para adorar”. Me atravesó el corazón. Los británicos que dirigían este fuerte declaraban adorar a Cristo mientras, a pocos metros por debajo de ellos, millares de esclavos, cada uno precioso para Jesús, sufría horriblemente. He aquí la increíble ironía del racismo y la esclavitud, quizá la institución más malvada de la histora, perpetuada por cristianos profesos.

Una de las mayores causas de pobreza en el mundo es la mentira del racismo; “¡mi raza es superior a la tuya!”. Esta mentira ha traído miseria, injusticia y pobreza a millones de nuestros hermanos y hermanas negros, y a otros en todo el mundo.

Grabado en la pared exterior de la capilla (véase la flecha roja en la imagen de arriba) estaba este testimonio solemne que decía: “nunca más”.

En eterna memoria de la angustia de nuestros ancestros. Que aquellos que murieron descansen en paz. Que aquellos que regresan encuentren sus raíces. Que la humanidad nunca más perpetre tamaña injusticia contra la humanidad. Nosotros, los vivos, hacemos voto de defender esto.

Las palabras “nunca más” me golpearon, porque eran un sentimiento apropiado, pero nada más. Varios cientos de años después, los nazis mataron a seis millones de judíos, creados a imagen de Dios, pero considerados indignos como raza.

El racismo se ha dado durante toda la historia

Vemos esta mentira manifestarse en otras formas, como el tribalismo (mi tribu es mejor que la tuya), los sistemas de castas (mi casta es superior a tu casta) o el sexismo (el hombre es superior a la mujer).

La lamentable historia esclavista de los Estados Unidos encaja aquí. Pero no es solo cosa suya, obviamente. Los comunistas en la Unión Soviética y China mataron a cien millones de personas, mayormente minorías, para asegurarse la conformidad con su ideología marxista. La historia de la URSS también incluye la limpieza étnica de los ucranianos, los tártaros, los chechenos y los ingusetios, entre otros. China persiguió mayoritariamente a las etnias que no eran la etnia Han, como los Hakka, los Uigur, los Kazajos y los Tibetanos en sus países.

En el genocidio de Ruanda en los años 80, los miembros de las tribus hutu y tutsi se masacraron unos a otros.

Incluso hoy en día, en África y en Oriente Medio hay tráfico de esclavos operando, también hay esclavitud sexual en Europa, Latinoamérica, Estados Unidos, Asia… Y podríamos seguir y seguir.

¿Por qué proliferan estos “ismos”? (racismo, tribalismo, sexismo, comunismo, etc) Porque es debido a ignorar o rechazar el principio establecido en la creación de que todos los seres humanos están hechos a imagen de Dios. Las culturas ateas, sin Dios, y paganas, degradan a las personas de trasfondos diferentes.

Esclavitud: el principio del fin

Pero algunos hombres y mujeres se tomaron en serio la promesa del “nunca más” y se enfrentaron a la corriente de la maldad moral. William Wilberforce, miembro del parlamento y hombre de estado, y John Newton, el arrepentido capitán de un barco esclavista, inspiraron y dirigieron una renovación moral en Inglaterra que convirtió la esclavitud en algo impensable en la mente de los británicos y acabó con el tráfico de esclavos.

En los Estados Unidos, Abraham Lincoln y Harriett Beecher Stowe encabezaron el movimiento de emancipación, junto con Harriett Tubman, que arriesgó su seguridad y su vida para crear el Ferrocarril Subterráneo que conducía esclavos a la libertad. Ellos, y los millares que se les unieron, entendían que, por encima de que alguien fuera esclavo o libre, era un ser humano. Y ese ser humano no podía, en justicia, ser propiedad de nadie. Mientras la mayor parte del mundo avanzaba como un sonámbulo, aceptando o ignorando el racismo como un mal moral, miles de almas valientes, negras y blancas, lucharon para acabar con el racismo y la esclavitud. Ellos creían en un universo moral.

Las actuales tensiones y revueltas raciales no son momentos únicos en la historia. Todas las aberraciones raciales, tribales y sexuales a lo largo de las generaciones están cortadas con el mismo patrón. Los que gritamos “nunca más” nos encontramos, demasiado a menudo, en el mismo lugar.

Sin embargo, las cuestiones planteadas por Black Lives Matter han provocado que reflexione de nuevo sobre el racismo. Esta serie de artículos pretende dar un análisis de cosmovisión en cuanto al racismo, en Estados Unidos y a nivel global. Distinguiremos entre tres perspectivas: 1) la cosmovisión judeocristiana, que establece el antídoto contra el racismo, 2) la cosmovisión moderna con su racismo tradicional, es decir, inferioridad y superioridad basados en el color de la piel, y 3) la cosmovisión postmoderna que califica el racismo de estructural o sistémico.

  • Darrow Miller

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