Nuestra cosmovisión moldea lo que pensamos, hacemos y el mundo que nos rodea. Cuando nuestras comunidades y naciones están llenas de frutos amargos, debemos examinar nuestras raíces. Como cristianos, estamos llamados a cambiar el mundo para mejor todo esto inicia con nosotros. Debemos pensar y actuar intencionalmente de manera diferente al mundo, basados en la realidad del Reino de Dios.
Ver también: La historia que conduce a la transformación