¡La Raza Humana, Antídoto Contra el Racismo!

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Los cajeros de banco están adiestrados para detectar billetes falsos; no mediante el estudio de ejemplos de dinero falsificado, sino familiarizándose íntimamente con el dinero real. De la misma manera, para reconocer el racismo como la falsificación que es, debemos estudiar la moneda real.

Hay una cosmovisión que concuerda con la realidad y que es el antídoto contra el racismo. Consideremos primero esta cosmovisión. Una vez hayamos examinado lo que es real, observaremos las dos principales falsificaciones que se derivan del ateísmo (esto es, anti-teísmo) en sus manifestaciones moderna y postmoderna.

Hay una sola raza humana. Todo ser humano es creado imago Dei, a imagen de Dios.

El racismo es un resultado de la rebelión de la humanidad contra el Creador. Los efectos del pecado y de la caída incluyen un entendimiento distorsionado de lo que significa ser humano.

Cuando definimos a las personas primordialmente por su color de piel, violamos la unidad de la única raza humana que Dios creó. De nuevo, toda persona ha sido creada a la imagen de Dios. Esta es una verdad derivada de la cosmovisión bíblica del teísmo judeocristiano. En resumen, ¡todas las vidas importan! Aniquilar el racismo requiere que volvamos a partir de una cosmovisión bíblica: negros, blancos, asiáticos y morenos, todos han sido creados imago Dei.

¿Pero qué significa eso? Significa algo dinámico y profundo. En su forma más simple, cuando Dios creó a los seres humanos, ¿cuál fue el patrón que buscó? No miró a perros ni a monos; ¡se miró a sí mismo! Cuando Dios te creó, no importa cuáles sean tus características físicas, te imaginó semejante a Él mismo. La cosa que te define, más que tu edad, color de piel, sexo, altura, peso, etc., es que eres imago Dei en el núcleo de tu ser.

Los humanos, únicos entre la creación

En el primer capítulo de Génesis, se descorre el velo de la eternidad pasada para revelar una conversación entre las personas de la Trinidad:

Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra.

Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.

Dos palabras clave describen a la humanidad como separada del resto de la creación.

  • צֶלֶם (ṣě·lěm): imagen, semejanza, i.e., aquello que es un patrón, modelo o ejemplo de algo.
  • דְּמוּת (demûṯ): semejanza, i.e., aquello que tiene una similitud o es comparable.

En el principio, Dios señaló solo una diferencia entre los dos humanos, su sexualidad binaria como varón y hembra. Por lo demás, compartían su identidad más básica como humanos. Más tarde, la narrativa introducirá otros distintivos dentro de la raza humana, incluyendo el color de piel. Pero la realidad fundamental es que ambos, varón y hembra de todos los colores de piel, tienen la misma dignidad intrínseca y valor moral porque son imago Dei.

Piensa en esto por un momento, personal y profundamente. Deja que esto llegue hasta lo más profundo de tu alma. ¡Eres la mismísima imagen de Dios!

Tres aspectos de la imagen de Dios

La imagen de Dios en los seres humanos tiene tres facetas que refractan como un prisma de tres lados: la perspectiva sobre la esencia, la perspectiva relacional, y la perspectiva funcional. La refracción de la luz de estas tres facetas revela la gloria de la imago Dei. Vemos estos tres aspectos de la imagen de Dios en Génesis 1:26-28.

  • La Perspectiva de la Esencia, la naturaleza de la humanidad: Génesis 1:26a, “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”
  • La Perspectiva Relacional, la comunidad: Génesis 1:27, “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.”
  • La Perspectiva Funcional, el Mandamiento Cultural: Génesis 1:26b, 28, “y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra… Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, [el mandato social] y sojuzgadla, y señoread [el mandato del desarrollo] en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.”

¿Qué significa cada uno de estos tres aspectos?

La Perspectiva de la Esencia: Todos los seres humanos son semejantes a Dios.

Hay tres áreas críticas en las que somos como Dios, y que nos hacen distintos del resto del orden creado. Todos los seres humanos son dotados de mente, corazón y voluntad. La mente es el atributo del intelecto, e incluye el conocimiento, la comprensión y la sabiduría. El corazón es el atributo de la moral, e incluye la santidad, el amor, la gracia, la bondad, la misericordia, la rectitud y la paciencia. La voluntad, el atributo del propósito, significa que los seres humanos son agentes morales libres, que pueden tomar decisiones que dan forma a la historia. Estas virtudes, tal y como se encuentran en los seres humanos, pueden ser descritas como capital interno.

Este capital interno, combinado con el cuerpo humano, permite que cada ser humano lleve a cabo el mandato cultural, siendo administrador de la creación. La mayordomía externa de la creación requiere del autogobierno interno de la mente, el corazón y la voluntad. En pocas palabras, la humanidad se distingue del resto de la creación en diseño y en función. Los seres humanos son imago Dei. ¡Esto hace que seamos diferentes del resto de la creación!

La Perspectiva Relacional: Estamos hechos para la relación

Antes de la creación, Dios existía como tres personas distintas, Padre, Hijo y Espíritu Santo, en una Deidad. Este modelo trinitario, único entre todas las filosofías y religiones, es profundo en tanto que establece la unidad y diversidad de la familia humana. Nos permite celebrar nuestras diferencias. Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen”, no “Haré al hombre a mi imagen.”

La comunidad, la comunicación y la comunión ya existían antes de la creación. Ser creado a imagen de Dios es ser creado para una relación que incluye comunidad, comunión y  comunicación. “¡No es bueno que el hombre esté solo!”.

En su eterna existencia, Dios es unidad sin uniformidad, y diversidad sin superioridad. El término “Adán” captura la unidad de la humanidad; todos los seres humanos llevan el ADN de la primera pareja. La diversidad de la humanidad se encuentra en cosas como nuestra sexualidad masculina y femenina, nuestras características físicas (como los rasgos faciales, la altura, el color de piel), nuestra tribu/etnia, nuestras personalidades individuales, y muchas otras dimensiones de la vida humana. Esta maravillosa diversidad es necesaria para empezar a reflejar todo lo que significa ser imago Dei. Esta diversidad existe para ser disfrutada y celebrada. Su propósito no es dividir.

La Perspectiva Funcional: Estamos aquí con un propósito

Michael Novak, el economista católico, hace una observación destacable: “La creación está llena de secretos esperando a ser descubiertos, enigmas que se espera que la inteligencia humana resuelva. El mundo no surgió de manos de Dios tan rico como los seres humanos pueden hacer que llegue a ser”. Novak entendió que cuando Dios concluyó Su obra de la creación, esta era perfecta, pero no estaba completada. Estaba llena de propósito y potencial. Y la intención de Dios era que la raza humana fueran sus viceregentes.

Debemos tomar lo que Él creó y hacer algo de ello; debemos desarrollar la creación que Dios hizo llena de abundancia. Esto implica que la riqueza no está limitada por el volumen de recursos naturales en la tierra (economía de suma cero, como asumen los ateos), sino que la riqueza puede conservarse, invertirse y crecer (economía de suma positiva). Novak escribe:

Podemos llamar a esto una teología del hombre económico. Esto presenta un marcado contraste con el evolucionismo, que afirma que los seres humanos son accidentes cósmicos; estamos aquí por accidente, no con propósito. Asume que estamos aquí como consumidores, no como creadores.

No, las escrituras y nuestro diseño indican que estamos aquí para un propósito. Somos criaturas económicas. Debemos administrar la creación para la prosperidad humana. La riqueza no es, como dicen los marxistas, limitada y hecha para ser dividida y distribuida. No, la riqueza debe ser creada por seres humanos de todas las razas.

Imago Dei: el aspecto más significativo del ser humano

En resumen, estamos hechos a imagen de Dios (la perspectiva de la esencia) para formar familias (la perspectiva de la relación) para gobernar la creación (la perspectiva de la función). La naturaleza de todo ser humano, no importa de qué raza, es que somos imago Dei. No hay lugar para el racismo en la Biblia o en el mundo.

Este profundo principio bíblico llevó a los Padres Fundadores de los Estados Unidos a proclamar en la Declaración de Independencia, un documento político,

Sostenemos como evidentes por sí mismas dichas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la Vida, la Libertad y la búsqueda de la Felicidad.

Este fue el primer documento político de la historia en consagrar el principio bíblico de que todos los hombres son creados iguales. Esta afirmación fue el punto de referencia en la historia humana para los documentos políticos reconociendo la igualdad intrínseca de todos los seres humanos con ciertos derechos absolutos. Estos son derechos otorgados por Dios; no son concedidos por el estado ni pueden ser suprimidos por el estado ni por ninguna institución o individuo.

¿Pero han alcanzado, Estados Unidos o cualquier otra nación, este estándar en la práctica? ¡No! De hecho, algunos de los fundadores que profesaron este estándar poseyeron esclavos ellos mismos. Aunque ninguna nación ha cumplido a la perfección este criterio (algunas ni siquiera lo intentan), se convirtió en la regla de oro de las aspiraciones políticas.

¿De dónde viene este estándar? De las escrituras judeocristianas.

Nuestra humanidad en común

La Biblia no divide a la gente en grupos agraviados en base a su color de piel. No construye la identidad de uno en la raza o la orientación sexual. Más bien, la Biblia ve nuestra identidad primaria en nuestro hecho de ser humanos; cada uno de nosotros es imago Dei. Esta realidad, una humanidad en común, precede incluso a la gran separación que la Biblia establece entre el pueblo del pacto de Dios y aquellos fuera de esa compañía. Somos todos, primera y principalmente, criaturas de Dios. Y sin embargo, al mismo tiempo, la Biblia reconoce la maravilla de la individualidad única de cada ser humano, como la Comunidad Trinitaria.

  • UNIDAD SIN UNIFORMIDAD
  • DIVERSIDAD SIN SUPERIORIDAD

Nuestra identidad primaria es nuestra humanidad. En esto todos somos iguales y merecemos respeto y dignidad. Nuestra diversidad no debe dividirnos, sino ser celebrada en todo su esplendor. Esta comprensión se deriva específicamente de la naturaleza del Creador.

Como afirmó tan elocuentemente el Dr. Martin Luther King Jr., “Sueño con que mis cuatro hijos vivirán un día en un país en el cual no serán juzgados por el color de su piel, sino por los rasgos de su personalidad”.

Pero la cosmovisión judeocristiana ha sido rechazada en favor de una cosmovisión post-teísta: “Dios está muerto”. Y las ideas tienen consecuencias. A medida que pasamos del teísmo al ateísmo, todo cambió. La raza humana única es distorsionada por la ideología del “raza-ismo”. Como dijo desacomplejadamente el periódico estudiantil Harvard Crimson, “Todo trata de la raza”. El problema es la pigmentación de la piel, no nuestra naturaleza como imago Dei ni el contenido de nuestro carácter. Es un cambio de una visión dinámica de la naturaleza humana y la unidad de la raza humana, a una visión terraplanista, que reduce al hombre a lo físico o etéreo y nos deja racialmente divididos.

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