En ocasiones se logra una claridad muy valiosa cuando se reconocen diferencias importantes entre conceptos similares, pero diferentes. De hecho, algunas de nuestras publicaciones más populares han sido sobre distinciones. La publicación Reconciliación vs. Restauración (Reconciliation vs. Restoration) por Bob Moffitt, ha generado un montón de tráfico. Y la más popular de todas, por mucho, es Escuela vs. Educación (School vs. Education).
Evangelismo vs. Discipulado
En Juan 8:31-32, Jesús diferencia entre creyentes y discípulos: “Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”.
Jesús está hablándole a judíos que habían respondido a su mensaje de manera favorable. Se habían convertido de la incredulidad a la fé de Jesús. Pero Jesús hace una distinción más profunda: la diferencia entre ser creyente y ser discípulo.
La distinción es simple. En lenguaje moderno, un creyente es quien profesa fe en Jesucristo. Tal vez por haber respondido a un llamamiento evangelístico o por haber hecho la “oración del pecador” con un amigo o familiar. Cualquiera que sea el caso, la persona pasó de ser un no creyente a ser un creyente en Cristo. Pero Jesús indica que hay algo más: Él quiere que los creyentes se conviertan en discípulos. Él quiere más que una confesión de fe. Quiere personas que añadan obediencia, después de su confesión.
¿Qué obediencia? Permanecer en Su Palabra. El término griego que se traduce como permanecer es el verbo menō, que significa “continuar en, vivir en, permanecer en, quedarse en” la Palabra de Jesús. Nótese que este es un verbo, una acción. Implica una acción continua: estar haciendo tu hogar en la Palabra de Dios. Es un proceso continuo que asegura crecimiento. Es el medio por el cual uno se convierte en discípulo del Maestro. Mientras que nuestra justificación tiene lugar por una confesión de fe, nuestra santificación es un acto continuo de obediencia a vivir en la Palabra de Dios.
¿Y cuáles son las consecuencias de permanecer en la Palabra de Dios? Libertad, la libertad que viene como resultado de conocer la verdad.
Discipular individuos vs. Discipular naciones
Algunas Iglesias y organizaciones evangélicas reconocen que deben ir más allá del evangelismo y llegar al discipulado; es decir, ayudar a los cristianos a crecer en su fe. Estos grupos merecen reconocimiento. Ofrecen varios programas de discipulado enfocados en lo que ellos frecuentemente llaman “disciplinas espirituales”: oración, lectura de la Escritura, alabanza, comunión con otros creyentes y el compartir su fe. Estas prácticas son esenciales para tener una vida en Cristo bien cimentada y bien balanceada.
Pero muchos reducen la vida cristiana solamente a practicar disciplinas espirituales. Muchos cristianos entienden Mateo 28:18-20 como un mandato de bautizar nuevos creyentes y enseñarles disciplinas espirituales. La Gran Comisión incluye ambos encargos, pero detenerse allí es errar al gran blanco. Jesús nos envió a discipular naciones, no meramente individuos. Ni siquiera individuos de cada una de las naciones.
Hay tanto una aplicación personal como una aplicación pública del evangelio. Es por esto que la Gran Comisión en Mateo se refiere al nivel público del discipulado, el discipulado de las naciones. Discipular naciones tiene que ver con discipular al nivel de la cultura. En otras palabras, trabajar para traer todas las dimensiones de la vida pública a la obediencia del señorío de Cristo: la educación, el entretenimiento, el gobierno, las artes, el comercio, las relaciones internacionales, las ciencias.
Y Jesús no nos llama simplemente a hacer progresos en estos esfuerzos. Él nos llama a nada menos que a la reforma; reformar lo que se ha deformado. En su carta de Agosto de 2011 a los suscriptores de Mars Hill Audio, Ken Meyers hace referencia a G.K. Chesterson en relación a este asunto.
Chesterton sobre Reformar
En su obra Ortodoxia, G.K. Chesterton explica por qué él piensa que ambos términos: “evolución” y “progreso” son términos inadecuados para “describir la dinámica” de cambio cultural que los cristianos quieren promover. “Personalmente, prefiero llamarlo “reforma”, escribió Chesterton. “Porque el término reforma, presupone una forma. Implica que tratamos de moldear el mundo según una imagen definida y determinada; intentamos hacerlo conforme a algo que ya hemos visto en nuestra mente”.
Para trabajar en pos de una reforma cultural se necesita que reconozcamos esos aspectos de la vida moderna que se han deformado. Los ejemplos y las causas de la deformidad cultural sólo se pueden reconocer cuando tenemos la capacidad de describir y bosquejar las formas que una reforma exitosa promovería y sustentaría. Dichas formas (expresiones adecuadas y pertinentes al tipo de criaturas que fuimos creados, al tipo de mundo que habitamos y al tipo de vocaciones que tenemos cuando vivimos sometidos a Dios) deben ser características de las vidas de los creyentes y sus comunidades. Ellos deberían comunicar la vida de la iglesia en su adoración, en su compañerismo, en la disciplina de las familias, en la búsqueda de nuestras vocaciones…
Para más información al respecto, vea la carta de Ken Meyers a sus suscriptores (letter to his subscribers). Vale la pena leerla.
Un ejemplo más a fondo
Existe al menos una manera más en la que el discipulado va más allá de evangelizar y de enseñarle disciplinas espirituales a las personas. Leslie Newbigin, misionero, misionólogo y teólogo, lo presenta de la siguiente manera en su libro: Vergüenza para los griegos (Foolishness to the Greeks, su título original en inglés):
Debería considerarse como falsa la predicación del evangelio que llama a los hombres y a las mujeres a aceptar a Jesús como su Salvador, pero no enfatiza que el discipulado significa un compromiso con la visión de una sociedad radicalmente diferente de esa que el día de hoy controla nuestra vida pública.
El evangelismo y las disciplinas espirituales son ambas esenciales. Pero no equivalen al cumplimiento de la Gran Comisión de discipular las naciones. Hemos evangelizado bien. Algunos han discipulado individuos bien. Pero la visión de discipular a las naciones al nivel de la cultura se ha perdido casi por completo. Que nosotros como cristianos del inicio del Siglo XXI podamos regresar a nuestra gran herencia: una visión de discipular naciones.