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Estamos siendo testigos del lento ocaso de la civilización occidental e incluso de naciones enteras de Europa y Norteamérica. Los marxistas culturales y sus seguidores, los relativistas de la moral y la cultura, celebran esta deconstrucción de la cultura y la sociedad de Occidente. Otros lamentan la pérdida del orden que dio gloria a su civilización y a las tierras de libertad y oportunidades, aquel orden que creó grandes naciones y, en el caso de Estados Unidos, una gran nación de inmigrantes.

Quienes están de luto deberían cobrar ánimos: podemos hacer algo para cambiar el curso de la historia; podemos resurgir y generar una reforma. Para lograrlo, entre otras cosas, necesitamos una nueva generación de baladistas. Necesitamos juglares, trovadores, artistas itinerantes que vayan de un lugar a otro contando historias, recitando poemas y cantando de grandes hazañas y pueblos heroicos.

La cultura nada a contracorriente de la economía, la política y la sociedad. ¿Quién define la cultura más que ninguna otra persona? El artista, que a consciencia crea cultura o la critica con su arte.

Podríamos llamarlos baladistas modernos y no son ni más ni menos que cantantes y cantautores, dramaturgos y cineastas, escritores y poetas, pintores y escultores, coreógrafos y compositores, arquitectos y diseñadores de moda. Estos artistas talentosos son las personas a quienes debemos convocar para generar un movimiento de baladistas modernos.

Cada movimiento histórico necesita su arte y música. El historiador británico Arnold Toynbee creía que las civilizaciones no tienen por qué morir cuando pueden resurgir a través de una minoría creativa. Esa minoría incluye a los baladistas, esos artistas que con su arte nos dejan un mensaje que vivifica y transforma la cultura.

En su libro Ruthless Trust [Confianza implacable]Brennan Manning escribe lo siguiente:

Traigan a los artistas, los místicos y los bufones. Su imaginación fértil vierte el vino fresco del evangelio en odres nuevos. Con su lenguaje renovado, su visión poética y sus sorprendentes símbolos, ellos expresan la inefable Palabra de Dios de formas artísticas, cargadas del poder de Dios, que cautivan nuestra mente y conmueven nuestro corazón con el fulgor de una llamarada.

Los reformadores baladistas

Martín Lutero y otros reformadores fueron ese tipo de baladistas. Él y sus pares, trabajando en el marco del monoteísmo judeocristiano, sacaron países de la pobreza, alfabetizaron a las masas y abrieron la puerta hacia el mundo moderno. Lutero entendió que todo movimiento necesitaba su propia música. Algunos lo han llamado «el padre de la canción de protesta», que fue una forma de transmitir las verdades teológicas a las masas. Él escribió: «Al embellecer y ornamentar sus melodías de forma magnífica, los cantantes pueden conducir a los demás hacia una danza celestial».

Lutero y sus seguidores se regocijaron en el canto comunitario junto al hombre común y en su lengua materna, que en el caso de Lutero fue el alemán. En aquel entonces, el 85 % de los alemanes eran analfabetos, pero desde que Lutero convirtió en verso y música las verdades bíblicas, las personas pudieron aprender sus canciones y así ser instruidas hasta cierto punto.

En su libro The Balladeers of the Reformation [Los baladistas de la Reforma], Andrea Valentino escribe sobre la influencia de Lutero:

Si la música de Lutero fue reconfortante para sus seguidores, sus himnos también atrajeron nuevos conversos. Una música nueva resonaba de pueblo en pueblo antes de que las autoridades católicas pudieran acallarla y detener su avance. Al igual que con otros aspectos de la Reforma, la imprenta fue un elemento clave: los himnos de Lutero se esparcieron en panfletos tan pronto como él los publicó y los cantores itinerantes se encargaron de enseñarlos a ciudades enteras. En ocasiones, los himnos de Lutero tuvieron un efecto tan inmediato que excedieron sus tiempos de trabajo. De hecho, en Mackburg, el canto masivo de sus himnos convirtió al pueblo entero meses antes de que Lutero llegara a la localidad.

Más adelante en la historia encontramos a John y Charles Wesley, y los avivamientos de Inglaterra. Se dice que Charles Wesley, en toda su vida, compuso entre 6000 y 9000 himnos, es decir, alrededor de diez versos por día… ¡por 50 años! Juntos, los hermanos Wesley publicaron 56 colecciones de himnos en un período de 53 años. Algunos de sus himnos son clásicos que se siguen cantando hoy en día.  

Como Lutero antes que ellos, los Wesley lograron con su música cautivar la imaginación de las masas iliteratas y así trajeron vida nueva y un orden nuevo a la sociedad inglesa. Entre los herederos de los avivamientos wesleyanos se encuentran William Carey, el padre de las misiones modernas, y Arthur Guinness, el fundador de la cervecería Guinness. Guinness fue uno de los mayores reformadores sociales de la Irlanda católica y, al mismo tiempo, su compañía produjo una de las cervezas más emblemáticas del mundo.

Los baladistas promovieron la abolición de la esclavitud

Un tercer heredero del legado de los hermanos Wesley fue William Wilberforce, un miembro del Parlamento británico que también integró la secta de Clapham, un grupo de cristianos que lucharon por la reforma de Inglaterra y el fin del comercio de esclavos.

Muchos baladistas se unieron al movimiento por la emancipación de los esclavos. Josiah Wedgwood, un alfarero y empresario inglés, fundó la compañía Wedgwood, que produjo algunas de las mejores obras en cerámica de todo el mundo. Él también se unió al movimiento por la emancipación bajo el liderazgo de Wilberforce y Clarkson y, en 1787, diseñó un medallón con un mensaje abolicionista, con el que se adornaron sombreros, panfletos, platos y placas decorativas. La leyenda de este medallón decía: «¿No soy hombre y hermano?».

La creciente clase media y los ricos de Inglaterra se volvieron cada vez más conscientes de los males de la esclavitud gracias a estos medallones. Muchos de ellos se hicieron defensores de emancipación. Hoy en día vestimos prendas que promueven todo tipo de mensajes de protesta. Los medallones de Wedgwood fueron las camisetas de protesta de aquel entonces. Hacia el año 1791, miles de esos medallones estaban expuestos ante el ojo público y cambiaron la opinión pública sobre la esclavitud. Como señaló Clarkson en relación con la lucha de Wedgwood contra la esclavitud: «Él hizo que su propia manufactura contribuyera a la causa. La moda, que suele estar limitada a artículos sin valor, por una vez cumplió el honorable papel de promocionar la causa de la justicia, la humanidad y la libertad».  

Wedgwood fue un baladista que usó el arte de la alfarería para profetizar a una nación y colaborar para poner fin a la esclavitud en el imperio británico.

Del otro lado del Atlántico, en Estados Unidos, otros baladistas estaban luchando para liberar a los esclavos. Entre ellos estaba Harriet Beecher Stowe, una autora estadounidense que cuenta con más de 30 títulos en su haber. Sus escritos fueron reformadores y abolicionistas. En su libro La cabaña del tío Tom, publicado en 1852, habló en términos proféticos a la consciencia de la nación sobre la esclavitud. La novela se adaptó para convertirse en obra de teatro. Juntos, el libro y la obra alcanzaron a millones de personas con el mensaje abolicionista. Al igual que Wedgwood en Inglaterra, Stowe hizo un enorme aporte a la emancipación de los esclavos en Estados Unidos.

Jarius Lincoln, autor y compositor de canciones, publicó un libro de canciones titulado Anti-Slavery Melodies for the Friends of Freedom [Melodías contra la esclavitud para los amigos de la libertad], que constaba de 57 canciones e himnos. El libro se usó en encuentros y manifestaciones abolicionistas para lograr que las personas cantaran mensajes que los conmovieran y cambiaran su mentalidad. Una de las composiciones más famosas de esta obra fue el himno 17, una parodia abolicionista de «My Country Tis of Thee» [Mi país, es sobre ti]:

Mi país, es sobre ti;

bastión de la esclavitud,

canto sobre ti:

Tierra donde mis padres murieron

y el pueblo se burla de los derechos del hombre.

Desde cada ladera de la montaña,

tus obras resonarán.

Mi país nativo,

donde todos los hombres nacen libres,

en tanto sea blanca su piel.

Amo tus montes y valles,

tus rocas y colinas templadas,

pero odio tu venta de esclavos,

el más infame de tus pecados.

En tiempos modernos, Pete Seeger fue un baladista clásico. Inspiró el movimiento obrero, el movimiento a favor de la paz, el movimiento de los derechos civiles y otros reclamos sociales por medio de su música y sus letras.

Seeger (quien, a diferencia de los ejemplos anteriores, no fue un cristiano profeso) tenía dos presuposiciones básicas: 1) la música tiene el poder de transformar la sociedad; y 2) el individuo es trascendente y tiene el poder de impulsar un cambio. Él enseñó a toda una generación el poder de la música para denunciar la injusticia. Su obra no fue mero entretenimiento para enormes multitudes. Seeger no solo cantó, sino que atrajo a las personas a sus conciertos para que cantaran sus canciones de lucha en contra de la injusticia. Por medio de su música, las personas cantaron, se involucraron y difundieron el mensaje.   

Una de las canciones favoritas del movimiento de los derechos civiles fue «We Shall Overcome Someday» (Un día venceremos). Pueden ver en YouTube a Pete Seeger guiando a una multitud a cantar esa canción.

Se buscan baladistas

En otros tiempos, Stowe, Lincoln y Seeger usaron su arte para moldear la cultura, pero ¿qué pasa en el presente? ¿Dónde están los cristianos hoy en día? Algunos están sirviendo en la adoración, otros en el evangelismo, y eso es bueno. Necesitamos música y arte en la vida de la iglesia y la proclamación del evangelio fuera de la iglesia. Sin embargo, gran parte de los artistas cristianos tan solo están entreteniendo a la iglesia.

Por otro lado, algunos artistas cristianos hacen arte para honrar al Creador, el mayor de los artistas, y reflejar la naturaleza de Dios en sus obras. Están plasmando la creación primaria, su belleza y su desolación después de la caída. Si el objetivo es crear arte para el Creador, lo que ellos hacen es suficiente.

Ahora bien, ¿dónde están esos baladistas cristianos excepcionales, llamados a usar su música y arte como un mensaje profético para su cultura, llamados a crear una cultura que refleje el reino de Dios y a levantar a las naciones con su obra artística? Nuestras sociedades necesitan desesperadamente que esos baladistas cristianos den un paso al frente, asuman su papel y hagan una contribución por el bien del mundo.

¿Quiénes son los baladistas cristianos? ¿Cómo es su obra?

En primer lugar, tienen un llamado a las artes y, a la par, un llamado secundario a usar su arte para profetizar a la cultura.

En segundo lugar, buscan la excelencia en su oficio. ¿Qué se necesita para alcanzar la excelencia? En su libro Fuera de serie, el autor Malcolm Gladwell dice que dominar un arte o una destreza lleva alrededor de 10 000 horas de práctica. ¿Dónde están los artistas cristianos que aman a Dios y tienen tanta gratitud por el don que él les dio que están dispuestos a invertir el tiempo necesario para perfeccionar sus habilidades y alcanzar la excelencia en su llamado?

En tercer lugar, tienen amor por el Señor y una visión para el avance de su reino.

En cuarto lugar, están comprometidos con el estudio de la Palabra de Dios. Entienden la cosmovisión bíblica y buscan desenvolverse de forma consciente dentro del marco de la cosmovisión de los judíos y los cristianos. Aman la verdad, la belleza y la bondad, la cultura del reino, e introducen esa cultura en la sociedad, llevando a la práctica lo que dice el Padrenuestro: «Venga tu reino. Hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo».

Necesitamos artistas cristianos que escriban las obras de teatro, los poemas, las canciones, los libros y los guiones de cine de un gran movimiento de protesta, una nueva reforma. No necesitamos más cristianos agradables; necesitamos más cristianos temerarios. Como bien dice mi amigo Tish Shelton: «Parece que hay algo que está faltando en nuestras iglesias hoy en día. Hemos hecho un muy buen trabajo discipulando cristianos agradables, pero no hemos formado cristianos temerarios, llenos de coraje y listos para asumir riesgos».

Estos baladistas cristianos son los que lidiarán con temas urgentes como la dignidad de toda vida humana. Ellos fomentarán valores como la familia, el matrimonio y las relaciones binarias.

Ellos cantarán y pintarán y escribirán sobre la belleza de la sexualidad humana, la justicia, la creatividad del hombre y el espíritu emprendedor. Ellos hablarán y cantarán sobre una ecología moral para la economía y la creación, sobre la mayordomía de la tierra.

Ellos dirán la verdad, y hablarán de la necesidad de la verdad, en los medios, las universidades y la ciencia.

Si quien me lee es un artista, ¿estás dispuesto a ser un baladista que profetice a la cultura?

¿Estás dispuesto a unirte a un movimiento para traer renovación y, en efecto, reforma, al mundo occidental?

Todo movimiento necesita artistas que transmitan el mensaje por medio de sus canciones, sus obras de teatro y sus esculturas. ¿Estás dispuesto?

Te aliento a poner corazón y talento en tu obra para ayudar a discipular las naciones con tu trabajo en las artes.

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