La imaginación humana está claramente implícita en el mandato de Dios a Adán y Eva de desarrollar la creación a partir de las materias primas que Dios proveyó. Desde ese entonces, la imaginación humana ha estado trabajando.
Analiza la cita acerca de la barra de acero. El valor de un artículo no se encuentra necesariamente en el artículo mismo. Para que algo tenga valor, primero debe ser descubierto por un humano. Es necesaria la aplicación de la imaginación humana para tener una clara visión de su potencial.
El petróleo existió en el subsuelo por generaciones rebosando con un potencial escondido. Pero sólo cuando los humanos lo descubrieron, ese potencial comenzó a aparecer. Alguien se preguntó: “¿Para qué sirve esta cosa negra y pegajosa? ¿Para qué la puso Dios aquí? ¿Cuál es su potencial escondido?”. El gran científico norteamericano, George Washington Carver, sostuvo un maní en su mano y preguntó: “¿Dios, para qué hiciste el maní?”. Se pasó toda la vida contestando esa pregunta y terminó produciendo más de doscientos usos del “insignificante” maní.
Se puede aplicar la imaginación para encontrar el propósito de un descubrimiento. En este mismo sentido, se desarrollaron usos para el petróleo: luz para lámparas, calor para hogares, energía para maquinaria. Con el petróleo hemos volado alrededor del planeta y hemos ido a la luna.
Hebreos 11:13 (NVI) dice: “Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve”. Este texto establece que el Dios invisible produjo el universo visible. Lo invisible produce lo visible. Las mentes de las personas transforman lo que “no vale nada” en algo valioso.
La imaginación hace a las personas creadores secundarios trabajando con la creación primaria de Dios.
En otras palabras, no es el limitado capital físico en los productos materiales, sino el vasto capital metafísico en los seres humanos, lo que añade valor al mundo. El capital de las mentes humanas dirige al descubrimiento. La imaginación humana transforma piedras y flores en colores1 y transforma colores en pinturas que se usan sobre un lienzo. Y el resultado es una obra de arte. Este es el capital que transforma lo “carente de valor”: arena insignificante, en vidrio: ese invento que permite el paso de la luz y al mismo tiempo protege de las inclemencias del clima. La arena se convierte en un chip esencial para el funcionamiento de una computadora o un celular. El capital metafísico se encuentra en el corazón humano (imaginación moral) y en la mente (cosmovisión). Es el capital metafísico del teísmo judeocristiano el que provee la mejor y más grande fuente de transformación de materias primas, comunidades y naciones.
“Dios dijo además: “He aquí que les he dado toda planta que da semilla que está sobre la superficie de toda la tierra, y todo árbol cuyo fruto lleva semilla; ellos les servirán de alimento”. Génesis 1:29 (RVA-2015). La palabra hebrea “He aquí” busca llamar la atención hacia algo. “¡Mira esta semilla!”. ¿Puedes ver un pequeño e insignificante trozo de materia? ¿Qué puede producir esa semilla? ¿Puedes ver el bosque dentro de esa semilla?
Así que sí, el valor real de la varilla de hierro se encuentra en aquello que el ser humano hará de ella.
Sin embargo, quisiera enfatizar la última parte de esta cita anónima: “También lo que tú vales está determinado por lo que logres hacer de ti mismo“.
Hay al menos dos aspectos relacionados con el valor de uno mismo. El primero y más básico es el valor intrínseco de una persona. El otro es valor potencial. ¿Qué vas a hacer de tu vida? ¿Qué harás con el capital que Dios ha invertido en ti?
La imaginación humana es tuya para aplicarla al mundo.
Nuestro valor no se encuentra en lo que nosotros hacemos. Nuestro valor es intrínseco. Somos creados a la imagen de Dios. Cada uno de nosotros tiene un valor intrínseco que nadie, ni el estado, puede aumentar ni disminuir. Es parte de nuestra propia naturaleza.
Y cada persona recibe un tesoro de capital. Vemos evidencia de este tesoro en los intereses, destrezas y las habilidades que Dios nos da. Este capital habita en nuestras mentes, corazones, voluntad y en la habilidad que tenemos de pensar analíticamente y creativamente. Y también en nuestra capacidad de actuar según nuestra voluntad.
Aquí está una valiosa lección: nuestro valor es intrínseco. A partir de esta verdad se deduce que cada ser humano tiene la oportunidad y la responsabilidad de usar su capital metafísico para crear cosas bellas, edificantes y útiles para mejorar la salud y el desarrollo de nuestras familias y comunidades.
¿Harás de tu vida algo que glorifique a Dios y contribuya con tu comunidad? ¿Qué harás con el capital metafísico que te ha sido dado?
¡He aquí la semilla!
– Darrow Miller
1 J.R.R. Tolkien escribe acerca del poder metafísico humano para distinguir colores: “ La mente humana, dotada de los poderes de generalización y abstracción, no sólo ve hierba verde, diferenciándola de otras cosas (y hallándola agradable a la vista), sino que ve que es verde, además de verla como hierba. Qué poderosa, qué estimulante para la misma facultad que lo produjo fue la invención del adjetivo: no hay en Fantasía hechizo ni encantamiento más poderoso. Y no ha de sorprendernos: podría ciertamente decirse que tales hechizos sólo son una perspectiva diferente del adjetivo, una parte de la oración en una gramática mítica. La mente que pensó en ligero, pesado, gris, amarillo, inmóvil y veloz también concibió la noción de la magia que haría ligeras y aptas para el vuelo las cosas pesadas, que convertiría el plomo gris en oro amarillo y la roca inmóvil en veloz arroyo. Si pudo hacer una cosa, también la otra; e hizo las dos, inevitablemente. Si de la hierba podemos abstraer lo verde, del cielo lo azul y de la sangre lo rojo, es que disponemos ya del poder del encantador. A cierto nivel. Y nace el deseo de esgrimir ese poder en el mundo exterior a nuestras mentes… El Hombre se convierte en sub-creador. Árbol y hoja, pp. 23.