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Uno de los conceptos necesarios para ser un discípulo útil es la distinción bíblica entre “reconciliación” y “restauración”.

En el sentido cósmico bíblico, la reconciliación consiste en llevar la creación rota, incluídas nuestras almas, de vuelta a una relación justa con Dios, y en cierto modo, de vuelta a la relación con Dios que Él quería tener desde la creación. La Biblia habla de esta transacción en Colosenses 1:20 –

“…y por medio de Él reconciliar todas las cosas consigo, habiendo hecho la paz por medio de la sangre de su cruz, por medio de Él, repito, ya sean las que están en la tierra o las que están en los cielos.” Col. 1-20 LBLA

La escritura habla también de este acto cósmico como una transacción única, que se llevó a cabo una sola vez y fue suficiente para traer un completo equilibrio entre la creación rota y su creador (véase Hebreos 7:27, 9:12, 10:10 y Judas 3). Hay muchos pasajes y comentarios que mencionan esta transacción hecha “una vez y para siempre”.

Una implicación de esta verdad es que la transacción legal de reconciliación entre Dios y la creación rota, incluído el ser humano; está completa. Lo que no está completo es la restauración desde la ruptura al shalom (plenitud). La restauración es un proceso que empezó en la Cruz y que continuará hasta que Cristo regrese como Rey y haga todas las cosas “nuevas”. Como discípulos de Jesús, no hay nada que podamos hacer en este sentido bíblico de reconciliación. Esa reconciliación ya ha sido hecha por Dios con el derramamiento de la sangre de Cristo en la Cruz – una transacción que ya fue completada.

Lo que hacemos nosotros no es llevar a cabo esa reconciliación, en el sentido bíblico. Sin embargo, los discípulos de Jesús debemos ser embajadores de estas buenas noticias de la reconciliación de Dios, y debemos ser obreros en la obra de la restauración, trabajando desde el estado de ruptura de la creación (el vandalismo causado por el pecado), hacia el shalom definitivo de las compasivas y amorosas intenciones de Dios.

¿Por qué es importante esto? Creo que hay varias razones. Comprender esta diferencia ayuda a clarificar distintas cuestiones, incluyendo:

  • La reconciliación final es obra de Dios, no nuestra.
  • Nuestro trabajo no es la salvación, sino trabajar en pos del fruto de la reconciliación: la restauración hacia la plenitud.
  • Tenemos el increíble privilegio y responsabilidad de trabajar con Dios, en el poder del Espíritu Santo, en los procesos que conducen al shalom.

¿Cómo “hacemos” esta tarea de restauración? Cumpliendo los criterios que Dios estableció en su diseño para nuestra vida. Ese “cómo” se expresa en las instrucciones de Dios de cómo debemos vivir. Dos de las localizaciones principales de estas instrucciones se encuentran en los Diez Mandamientos (Éxodo 20) y en su síntesis, El Gran Mandamiento. La relación entre vivir de acuerdo a las instrucciones de Dios y la restauración se explica en 2 Crónicas 7:14, que nos dice que la sanidad (restauración) que esperamos y deseamos es provista mediante una alianza entre Dios y el pueblo que lleva Su Nombre. Esto puede declararse de este modo: el pueblo de Dios se arrepiente por no hacer Su voluntad y entonces vive como Él les instruye a vivir. Por su parte, Dios perdona su desobediencia y entonces sana-restaura los resultados de la enfermedad causada por el pecado. En una fórmula, este mismo principio podría mostrarse como: Arrepentimiento + Vivir como Dios instruye -> Perdón + Sanidad.

-Bob Moffitt

Descubre más sobre nuestro co-fundador, Bob Moffitt, en Harvest Foundation. Puede que también te interese ver su libro, If Jesus Were Mayor.

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